Raul Ruiz: Un genio incomprendido

RAÚL RUIZ
L'ENFANT TERRIBLE DE LA VANGUARDIA PARISINA

 
Este era un hombre. Viví­a con su madre. Cuidaba una casa patronal, en el campo de Chile. Un dí­a el hombre encontró un hueso en el jardí­n. El hueso estaba agujereado. Era una flauta ese hueso. El hombre toco música con esa flauta. Y la música se volvió canción. La voz de la canción suplicaba que buscaran los otros huesos de su cuerpo disperso. El hombre y su madre se fueron por esos caminos de Dios y de los mil demonios, buscando los huesos con que componer el esqueleto de aquel cristiano. Y darle santa sepultura. Y vieron lo que vieron, vivieron lo que vivieron. Muchas historias vivieron. Y aunque no se la contaron a nadie, otros la contaron por ellos.

Raul Ruiz - Adolfo Vasquez Rocca

- Así­ comienzan las historias de la serie "La recta provincia" [de Raúl Ruiz] que ponen ante nuestros ojos personajes muy familiares, giros y modismos del Chile profundo, pero todo desde una extrañeza radical, que nos hace volver a los "dí­as de campo" como extranjeros, como extraterrestres que por primera vez vieran y oyeran caer una gotera, hablar al diablo y se solazaran con viejas historias contadas por el viento arremolinado, desenterradas de cuentos y mitos campesinos, relatos de viejas castas de demonios que se arrimaron por estas tierras en tiempos de pillaje y muertes cruentas de conquistadores e indios belicosos que dieron lugar a rí­os de sangre mí­stica entre el Biobí­o y el Toltén.


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La historia arranca cuando una madre y su hijo descubren un hueso que se puede tocar como flauta y que al hacerlo, pide que reconstruyan su cuerpo.

Este es Chile. Es la recta provincia, donde todos cojeamos, asegura un diablo. La realidad, en consecuencia, es obtusa y ladeada. Un lugar donde muertos y vivos comparten, donde lo único perfecto son largos planos de montaña, bosque y cielo.

Se dicen dos cosas en "La Recta provincia": por estos lados se llega a viejo y todos somos un invento. Son dos razones para que Raúl Ruiz, poco a poco, vuelva al lugar del que nunca se ha ido, al paí­s de nunca jamas, donde todos somos parte de un cuento, un cuento chueco, oblicuo. Este es Chile. Es la recta provincia, donde todos cojeamos, asegura un diablo. La realidad, en consecuencia, es obtusa y ladeada. Un lugar donde muertos y vivos comparten, donde los poetas de los lares conocen el secreto para hablar con los muertos, un territorio donde lo único perfecto son largos planos de montaña, bosque y cielo azulado, esto es lo que Ruiz a querido descifrar en sus rapsodias de Chile, una identidad nacional en permanente fuga, imprecisa como su filmografí­a, dispersa en más de 95 pelí­culas. Las que si se ven con paciencia, se encuentra la verdad de Chile y el nombre de Chile, que es el nombre del invento.


Raul Ruiz - Adolfo Vasquez Rocca

Los cuentos chilenos tienen -según Ruiz- ecos de todos lugares, versiones equivalentes en Europa, los paí­ses árabes y nórdicos; son las ruinas que quedan de ciudades y culturas antiguas y que de esta forma se pueden reconstruir, mediante este género que Ruiz define como "ecos".

Ecos de Shangai a Santiago, todos mezclados en un zapato chino, como el saber de Ruiz que es un conocimiento fracturado, universal y alucinante: habla de matemáticos, lingí¼istas o filósofos de todos los siglos, conoce la minucia y las anécdotas. Y si lo cuenta es porque sólo confí­a en la historia oral, que es la única que cambia, muda y se modifica en el tiempo: como sus pelí­culas, como él, como Chile.



Es que Raúl Ruiz es un narrador extraterrestre, que nos cuenta el mismo cuento de siempre, pero desde otro lugar, bañándolo con la luz auroral que sólo los grandes poetas pueden poner sobre las cosas. Todo en esta serie es muy chileno, pero a la vez muy extraño. Es que Chile es extraño. Ruiz es nuestro Homero, y la musa a la que invoca es la Mnemosyne "chilensis" el recuerdo de las historias con que sus abuelos de Mulchén y Chiloé infestaron su memoria virgen de niño de un Chile que ya se fue. Chile de formas, de ademanes, de una precisión y elegancia en el lenguaje extremas. Tierra delicada, ladina, fantasiosa, de seres no contaminados por el apuro. En Chile habí­a tiempo, por eso se cultivaba la religión de la amistad, el arte de la paya, las conversaciones en bares sagrados, en interminables tardes polvorientas. Y eso sólo lo puede narrar alguien poseí­do por el éxtasis y la ebriedad de la antigua juglerí­a.


Porque el cuento de Chile es el cuento de nunca acabar, y eso lo sabe Ruiz, y todo aquel que ha querido acabarlo en modelos narrativos "europeos" ha terminado por matar la vida que vení­a de nuestra oralidad y que -salvo los poetas- muy pocos narradores han podido trasvasijar a lo escrito. Para ello Ruiz ha escrito su propia Poética del Cine, inventando y reinventando teorí­as sobre el cine, teorí­as que puede refutar en su próxima pelí­cula


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Raúl Ruiz no quiere saber demasiado. No quiere habitar en los reductos de las certezas muertas. Prefiere habérselas con las las preguntas menores y para eso están los cuentos y sus pelí­culas. Pero no las preguntas mayores, porque siempre se corre un riesgo, quedar atrapado por la verdad y los ritos mortuorios del ingreso en el canon de la Cultura mayor. Para Ruiz es preferible disimular la búsqueda, estar lleno de preguntas y no de respuestas, con el eco de mil conversaciones en el Parrón, mientras hace pelí­culas, chistes e inventa cuentos. Ruiz juega a alas escondidas con su cine, cultiva la incertidumbre de la imagen y el juego entre la representación y lo que se esconde en la representación. Una persona dice una cosa queriendo decir otra, es el recurso muy chileno de decir una cosa por otra.


Raul Ruiz - Adolfo Vasquez Rocca


A Ruiz pese a todo se le puede encontrar en sus escondites, es cierto que nadie es profeta en su tierra, pero sí­ puede serlo en su en su bar, tal es el caso del director de cine, escritor y genio residente -de este, el paí­s de nunca jamas, de ese Far West llamado Chile. Ruiz de una filmografí­a difí­cil de precisar por su diversidad de registros y lo prolí­fico de su producción -ya desde el tiempo de la Unidad Popular realizaba filmes polisémicos, de visualidad barroca y de una densidad poco frecuente, para los recursos autorales que uso desde el comienzo, recurso al habla empí­rica -la frase hecha- que Parra ha sabido detonar en sus artefactos, los actores no profesionales, la improvisación en el guión y la preeminencia del ojo y la imagen sobre el guión; todo ello han hecho destacar su filmografí­a, compuesta de documentales por encargo, telefilmes para la televisión francesa, producciones autorales de bajo presupuesto, producciones de gran aliento y generoso presupuesto -como El tiempo recobrado, la adaptación de Proust, el clásico francés por antonomasia, llevado a la pantalla grande por el más chileno de nuestros cineastas franceses.

Raul Ruiz - Adolfo Vasquez Rocca


Ruiz, el cineasta más prolí­fico de nuestro tiempo, aquel cuya filmografí­a es casi imposible establecer, por lo diversa y multiforme que resulta ser su producción desde hace más de veinte años. Raúl Ruiz, un cineasta que navega entre Lisboa, Rótterdam y Valparaí­so".

Ruiz, el cineasta más prolí­fico de nuestro tiempo, aquel cuya filmografí­a es casi imposible establecer, por lo diversa y multiforme que resulta ser su producción desde hace más de veinte años. Raúl Ruiz, un cineasta que navega entre Lisboa, Rótterdam y Valparaí­so".

Hoy Ruiz acaba de ser distinguido como Maestro de Cine, reconocimiento que recibirá este año en el Festival de Cine de Roma, reservado sólo para pocos directores que hayan llegado a hacer un cine de excepción.

Raul Ruiz - Adolfo Vasquez Rocca


En el cine de Ruiz -con su particular poética- es la imagen la que determina la narración y no la narración la que determina la imagen. La forma de polisemia visual que cultiva consiste en mirar una pelí­cula cuya lógica narrativa aparente sigue siempre más o menos una historia, y cuyos vagabundeos, fallas, recorridos en zig-zag, se explican por su plan secreto. Este plan sólo puede ser otra pelí­cula no explicita cuyos puntos fuertes se ubican en los momentos débiles de la pelí­cula aparente. Imaginemos que todos estos momentos de relajo o distracción narren otra historia, formen una obra que juegue con la pelí­cula aparente, que la contradiga y especule sobre ella.

Todo el cine de Ruiz es un cine "torcido·, porque es visto a través de curiosos prismas, siempre desnaturalizando la perspectiva clásica: un cine de "tuerto" (que es el tí­tulo de una de sus pelí­culas). Así­ como cada plano ruiziano lleva una marca, una cifra, o un secreto (un poco como Welles, y los más grandes), una torsión, él propone ejes de toma de vista imposibles, utiliza todos los trucos; la banda sonora a su vez es polifónica, multilingue resuena con tantos acentos diferentes como co-producciones o personajes hay en la ficción.

Raul Ruiz - Adolfo Vasquez Rocca


Parece ser que su cine es para una elite, un director de culto, sólo para intelectuales, prácticamente inalcanzable. Sin embargo, TVN transmite actualmente una serie escrita y dirigida por Ruiz llamada "Recta Provincia" (haciendo referencia a los brujos de Chiloé) que narra una historia localizada en el campo de la zona central de Chile, con referencias no sólo a nuestro folclore sino a tradiciones antropológicas ancestrales de todo el mundo y que en su cine reverberan con la majestad de la presencia muda de la cordillera de los Andes como horizonte mí­tico de nuestro aislamiento, de nuestra condición de isla al fin del mundo, donde proliferan los cuentos de buques fantasmas, de almas en pena, de huesos repartidos en esta extraña patria, en la fértil provincia y señalada, en la región Antártica famosa, de remotas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa; donde la gente es tan tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida; sólo ha sido dominada por pequeños periodos bajo regí­menes de excepción, el más largo de esos gobiernos es el dominio espiritual de la tierra de los brujos y demonios que en la mitologí­a de Chiloé se ha dado en llamar la recta provincia. Así­ el relato de Ruiz se eleva de la anécdota local de los mitos fundacionales a los arquetipos universales de la creación del mundo, constituyendo no sólo una cosmovisión sino una cosmogoní­a y sobre todo un relato mayor sobre los orí­genes del mal.


Adolfo Vásquez Rocca PH. D.



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Dr. Adolfo Vásquez Rocca
En Margen Cero, Madrid.

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