Selección del 62, periodistas subjetivos, periodistas subjetivos everywhere

Dejaré esta publicación interesantísima de la historia del futbol en el mundial realizado en Chilito, por dos periodistas, uno es el reconocido periodista del canal del angelucho Daniel Matamala y el otro se trata de un periodista (y despejador de dudas) Mario Pérez encargado de un blog de la ciudad de Mejillones que me encontré indagando en la web.

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            El libro “1962, el Mito del Mundial Chile”, escrito por el periodista valdiviano Daniel Matamala, actual editor de política y economía en el Departamento de Prensa de Canal 13 de Televisión, y conductor del programa “Telenoche”, es, como el título de la obra lo indica, una crítica directa y cáustica a la versión chilena de los Mundiales de fútbol, el cual, de acuerdo a lo que ha investigado el autor, constituye para la generalidad, pero especialmente para los europeos, una especie de mundial olvidado.
            La tesis central de la obra apunta justamente a la desmitificación de lo que para la gran mayoría de los chilenos constituye una verdadera apoteosis de su fútbol, una epopeya lograda en 1962 por la nación chilena toda; y el autor lo hace apoyado en varias premisas claves. Primero, según su exégesis, está el caso de los estadios, porque pudiendo Chile recurrir a por lo menos 8 ciudades distintas para servir de sede, a saber, Santiago, Valparaíso,  Viña del Mar, Concepción, Antofagasta, Talca, y hasta Temuco y Arica, hacia las cuales había que direccionar los recursos fiscales conseguidos, para ampliación y mejoramiento de sus respectivos estadios, Dittborn, quizás influido por aquello del terremoto, se comprometió prematuramente con  ciudades más bien pequeñas (además de Santiago, que lógicamente era inamovible): Viña del Mar, por influencia de su alcalde, Rancagua, por intercesión de la Braden Company, que remodeló el estadio con recursos propios, y Arica, por el empeño que puso la Junta de Adelanto de esa ciudad. Craso error, porque ninguna de esas ciudades, salvo Santiago y hasta cierto punto Viña, tenía la capacidad logística suficiente para organizar un evento de esa magnitud. Arica era en esa época poco más que un pueblo, con muchas calles de tierra y nula capacidad hotelera, puras hosterías y residenciales, un estadio pequeño al cual costó un mundo dotar de césped, y apenas una cancha empastada para entrenamiento la cual, para remate, y por descuido, se malogró antes de que empezara el torneo, de forma tal que esos equipos tuvieron que entrenar sobre tierra. Por su parte, Rancagua era prácticamente una ciudad minera, y, por más recursos que dispusiera la Braden, su estadio no fue más que de madera(con qué ropa…) Todo esto queda demostrado en las exiguas asistencias, de lo cual sólo se salva Santiago (pero porque allí jugó Chile). La verdad es que las  graderías vacías constituyen la tónica de este campeonato mundial, el que para Matamala constituye uno de los de menor asistencia promedio de los 20 realizados a 2009. Y en ese tiempo no había televisión fuera de Santiago la que más encima estaba en pañales, por lo tanto muy poca gente la podía ver, y malamente. Mientras que las transmisiones radiales hacia Europa se dificultaban por los múltiples puentes acústicos a los cuales necesariamente había que recurrir. Resultado, un mínimo de gente tuvo acceso a los partidos de nuestro Mundial.
            Luego está el tema de la organización, la que, según Matemala, no fue tan buena como la pintan. Hubo problemas con la adjudicación de los recursos, y las obras de los estadios se entregaron a escaso mes, incluso a semanas de la inauguración del evento (el Estadio Nacional apenas a 6 días). Todo a la carrera, típico de Chile. Hubo desorden en los acomodos de las entradas, suscitándose un verdadero caos al respecto. Y hubo pésima gestión en los planes de viajes desde el extranjero pues se esperaban cuando menos 50.000 hinchas turistas en total, llegando sólo poco más del diez por ciento: fracasos en la venta de los tours especiales fue la explicación. Muchas familias se quedaron con sus residencias arregladas porque la organización había montado una campaña de colocación de extranjeros en casa familiares, a falta de hoteles, para lo cual se ofreció subsidios. Todo perdido, y además los precios estuvieron por las nubes. Fue tanta la desorganización que incluso ocurrió que en el partido inaugural, el 30 de mayo de 1962, entre Chile y Suiza, no se encontró el balón oficial. Alguien lo dejó olvidado en casa, y tuvo que partir un radiopatrulla de Carabineros, con sirena y baliza encendidas, de urgencia a buscarlo. Quizás el mundo no se dio cuenta de que los primeros 40 minutos de ese partido se jugaron con un balón no oficial. Todos, menos los dirigentes, que tienen claro que  la edición chilena de los mundiales fue más bien deficitaria no sólo en  lo económico sino que fundamentalmente  en lo administrativo.
            Y, claro, también está la calidad del espectáculo, caracterizado por un fútbol defensivo y un nivel de juego básico, con pocos goles, y en donde el físico imperó por sobre el talento. Pero, por sobre todo, el nuestro se caracteriza por ser un Mundial violento, con partidos convertidos en verdaderas ensaladas de patadas, como el de Yugoslavia – URSS,  Argentina – Bulgaria, Italia – Alemania y ¡cómo no! Chile – Italia, comúnmente conocido por los periodistas especializados del orbe deportivo como “La Batalla de Santiago”. Fue tanta la violencia que al final de la primera ronda de 16 partidos había ya 24 jugadores de baja, varios de ellos con lesiones muy graves; tanto, que el presidente de la FIFA, Sir Stanley Rous, llegó a proponer la suspensión del campeonato, lo cual sólo pudo evitarse logrando el compromiso de los árbitros de poner más rigor en los cobros.  Estos últimos también reciben su crítica. Por ejemplo, Leonel Sánchez no sólo debió ser expulsado del partido con Italia sino que de  todo el campeonato, por el puñetazo en la cara que propinó al jugador Mario David (después confesaría que también golpeó al ítalo argentino Uberto Maschio, fracturándole la nariz). Y el crack brasileño Garrincha, expulsado en el match con Chile por golpe al zaguero Manuel Rodríguez, debió ser castigado por lo menos por un partido. Sin embargo aparece jugando en el compromiso siguiente, la final contra Checoslovaquia. Se dice que hasta el Presidente de Brasil intervino para que ello sucediera. Y Matamala insinúa la aparición del “hombre del maletín”, es decir, el dinero, la coima, en este y otros match.  
            Sin embargo, también hubo mala suerte. A las secuelas del terremoto de 9,5º se unió una gran sequía que obligó al racionamiento eléctrico. Problemas con las centrales hidroeléctricas “Cipreses”, “Sauzal” y “Pullinque” llevaron a cortar la luz en pleno campeonato. Tanto, que tuvo que intervenir la máxima autoridad para restablecer la energía en el centro de Santiago para el partido Chile – Yugoslavia.  Además hubo fracaso de los craks mundiales, aquellos del Salón de la Fama (The Hall of Fame). Matamala afirma que en Chile coincidieron 5 de los mejores jugadores de la historia del fútbol: Pelé, Di Stefano, Puskas, Yashin y Garrincha. Como para hacer un Mundial de excelencia. Sin embargo, todos, excepto el último, fracasaron. Pelé se lesionó a temprana hora, Di Stefano se amurró con su entrenador Helenio Herrera y casi no jugó, Puskas y Yashin decididamente actuaron a media máquina, incluso este último decepcionó. Sólo quedó Garrincha, que brilló a su altura; pero quizás Chile fue su última gran presentación, porque después se la ganaron el alcoholismo y la mala vida. También algunos no vinieron dado que sus selecciones quedaron en el camino de las eliminatorias. No vino Just Fontaine, el mayor goleador de la historia de los mundiales, cuya Selección, Francia, tercera en el Mundial de Suecia 1958,  fue inmerecidamente eliminada por los troncos búlgaros. Tampoco vino Eusebio, la Pantera Negra portuguesa, a cuya Selección le salió al paso Inglaterra, que al final clasificó. Y faltó a la justa de Chile la hasta entonces escuadra vicecampeona del mundo, Suecia, eliminada por la discreta Suiza.  
            Es cáustico Matamala; hiriente, si se quiere. Ensalza a Dittbon y después lo deja caer. Concluye que el dirigente quizás no era tan fanático por el Mundial si un año antes había postulado con muchas ganas a diputado por el primer distrito parlamentario de Santiago, es decir, en las elecciones de 1961. Y lo peor es que descubre que don Carlos no falleció por un ataque cardíaco supuestamente provocado por la sobrecarga de trabajo a raíz de la organización del Mundial, sino que por una pancreatitis mal cuidada, producto de su afición por la buena mesa y la buena vida. También que el “porque no tenemos nada lo queremos todo” no fue un discurso, ni una exclamación brillante y acertada, sino que más bien una idea fuerza que baña toda la tesis de Dittborn. Lo dice su viuda, Juanita Barros, investigada por Matamala. En todo caso, la muerte de don Carlos, el 28 de abril de 1962, a treinta y dos días de la Inauguración, fue una verdadera tragedia no sólo para el fútbol chileno sino que para el país entero, y, por qué no decirlo, para el mundo del fútbol en general. Su sucesor fue Juan Goñi, presidente de la Asociación Central de Fútbol, hombre de carácter terrible y sempiterno enemigo de Dittborn en lo dirigencial. Sin embargo, si Dittborn con su empatía logró la adjudicación del Mundial, éste, sin la aplicación final del irascible pero realizador Goñi no habría podido ser realizado ni llevado a buen término. Realmente, es cruel Matamala.
             Incluso el libro asevera que Leonel Sánchez no fue uno de los goleadores del Mundial, con 4 goles, porque la FIFA ha fallado ahora último favorablemente en favor del yugoslavo Jerkovic, quien habría marcado 5 (uno de sus tantos había sido atribuido en primera instancia y erróneamente a uno de sus compañero), zanjando así una polémica y un reclamo de años. 
            Al final del día, la tesis central del autor, apoyado en muchos y variados datos, destruye nuestra ilusión, aquella de la gloria del país futbolero, que, en su momento, tocó las alturas de los mayores países del orbe, al ser capaz de organizar un Mundial de fútbol, Copa Jules Rimet antes, Copa FIFA ahora; y hacerlo en buena forma. Pero ¿será justa tanta crítica? Claro, cualquiera buscando y rebuscando podrá encontrar defectos aún  en las obras más perfectas.  Debe haber un afán masoquista  y de  autoflagelación  reflejado en las ponencias  de Matamala; de querer a toda costa ver lo malo en lo que en esencia fue concebido para ser bueno. Y una admiración exacerbada de lo foráneo y extranjero por sobre lo criollo (y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero)
             Me quedo con lo positivo de la obra, la multiplicidad de datos, muchos de ellos increíbles por su particularidad, como aquello de que el discurso inaugural del Mundial, pronunciado por el Presidente de la República, consistió en exactas 78 palabras; y que la bandera fue izada en el mástil de honor  en aquella ceremonia por Carlos y Pablo Dittborn, hijos del malogrado dirigente. También que Juan Goñi, guiando su auto por las avenidas santiaguinas, aquella aciaga madrugada de la muerte de don Carlos, le dijo a Pedro Fornazzari, su copiloto, al pasar frente al Hospital del Salvador: “Maneja tú, yo ya no puedo”, y rompió a llorar. Que la famosa expresión “Justicia Divina” proviene de Julito Martínez, relatando el partido de Chile contra la URSS, en Arica, por el gol casi imposible de Leonel Sánchez, en un tiro libre casi sin ángulo, producto de una falta a Eladio Rojas, cobrada por el árbitro fuera del área, cuando había sido adentro, o sea, penal. Por último, que el famoso quiltro que paralizó por largos minutos, con sus correrías en los pastos del Sausalito, el partido entre Brasil e Inglaterra, fue después rescatado por los cariocas y llevado a Brasil como un héroe en el mismo avión  que la selección verde amarilla, en donde  se le hizo participar en los festejos del bicampeonato (Brasil logró ser campeón en Suecia 1958 y Chile 1962). Incluso la hinchada le bautizó con ese nombre: “Bi”.              
                 Por todo ello y mucho más, el Mundial del 62, fundamentalmente, fue para nosotros, los chilenos, una fiesta universal del deporte del balón, y una consigna general que nos invadió de alegría. Por lo que de todo corazón, hemos agradecido siempre a quienes nos brindaron la ocasión.  Y aunque sea en la derrota, Daniel, y con sonoro ce hache i, hemos bailado  siempre, al ritmo de Germán Casas y por este motivo, rock and roll.(¿o mejor cueca?)
                 Gol, gol chileno; justicia divina; porque no tenemos nada lo queremos todo… Y qué jue. Viva Chile, miércale.



           
            
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Selección del 62

Enviado por  el 10/04/2011 a las 10:34 AM
Mario Pérez Salinas
Se me fueron cerrando los espacios, arriba; y además, para variar, ya me estaba pasando de extenso. Pero creo que es justicia recordar a aquella mítica Selección Chilena de 1962, que logró el 3er Mundial en dicho campeonato, y que los representantes de mi generación, y con mayor razón los de generaciones anteriores, repiten de memoria, como un Padrenuestro:
                                   Misael Escuti;
          Luis Eyzaguirre, Raúl Sánchez y Sergio Navarro
                        Carlos Contreras y Eladio Rojas
Jaime Ramírez, Jorge Toro, Honorino Landa, Alberto Foullioux y Leonel Sánchez

Jugaron también el arquero Adán Godoy, Los defensas Humberto "Chita" Cruz y Manuel Rodríguez; y los delanteros Mario Moreno, Armando Tobar y Carlos Campos.
Hay mucho material para comentar aquí, pero, la verdad, no quiero pecar otra vez de extenso.

Y no olvidar al Tata

Enviado por  el 10/04/2011 a las 10:52 AM
Mario Pérez Salinas
El entrenador de esta selección fue don Fernando Riera, lo más parecido a Bielsa en ese tiempo, pues lo que él realizó fue un verdadero proceso, serio, científico y de largo plazo, en un medio que se caracterizaba por el desorden y la improvisación y jugadores terriblemente indisciplinados. Riera entrenaba al "Porto" de Portugal, y allí lo fue a buscar Dittborn en 1956 para comenzar la carrera planificada que llevaría al equipo a su cénit en pleno 1962. Su ayudante fue Luis "Zorro" Álamos, el entrenador de la "U", de características más a la chilena pues basaba su juego en las individualidades de cada player, mientras que a Riera le interesaba más la potencia del equipo y la salud de cada jugador en lo individual. En verdad, fue la conjunción de las tésis de ambos entrenadores lo que determinó el éxito de aquella Selección de 1962 (que no llegó a la final sólo porque se encontró con Brasil en semifinales, que a la postre fue campeón). El fruto lo recogió Universidad de Chile, columna vertebral de esa Selección, entre titulares, defensas y los que quedaron afuera a última hora. De allí nació lo que en la historia del fúbol chileno se conoce como el "Ballet Azul". Y yo fui testigo y admirador de ese gran equipo.      

MARIO, revisa mi artículo anterior...

Enviado por  el 10/04/2011 a las 11:48 AM
PEDRO MARCELO ROJAS HERRERA

El mundial del 62´ fue una?

Enviado por PEDRO MARCELO ROJAS HERRERA el 19/06/2010 a las 13:04
...en él hago recuerdos de nuestras vivencias de niño y que tiene relación con el singular y hoy impensado hecho deportivo,  imposible de realizar hoy.
Muy interesante lo de Matamala,  pero me quedo con mis recuerdos de niño cuando leíamos muchas revistas al respecto de la organización,  cuando la revista Vea,  Ercilla y la reconocida Estadio,  eran nuestros entretenciones,  sacaban ediciones especiales para el mundial que fue muy especiales. 
No dejo de lado tampoco la revista que emitía Ferrocarriles del Estado (En Viaje),  que muy generosamente nuestro querido hermano Alberto Olivares no hacía llegar mes a mes.  En la oportunidad esa revista fue un gran texto de consulta y allí conocimos todo lo relacionado sobre la organización.  
No menos importante fueron los álbumes,  uno especial que nos hizo conocer en detalle los jugadores de cada selección y en las hojas finales,  por adición especial,  los equipos completos de nuestras divisiones profesionales,   Primera y Segunda.  Allí conocimos que existía Lister Rossel de Linares,  Trasandino de los Andes,  Nublense de Chillán,  entre otros,  casi todas las cabeceras de provincia tenía equipos representativos,  menos los del norte,  Chile para esto también llegaba sólo hasta La Serena.
Bien por el mundial,  ya que hizo que todos los chilenos tuvieran mayor interés sobre el fúlbol nacional y desde allí nace el entusiasmo de subir a división de ascenso al representante de nuestra región Antofagasta,  corría entonces 1963 y 1964,  años en que se vieron frustadas las intenciones del equipo que nos representaría,  el centenario Unión Bellavista.
Saludos viejito y que estés muy bien,
Tu gran amigo,
Perucho de la Escuela

Perucho

Enviado por  el 11/04/2011 a las 10:54 PM
Mario Pérez Salinas
Sí me acordaba de ese artículo, del cual se me quedó grabado lo del estadio Braden Copper, de Rancagua. Ahora que lo leo de nuevo me doy cuenta de que es un verdadero resumen del libro in comento.
Realmente, la tesis de Daniel Matamala es muy osada, pero pienso que no puede comparar peras con manzanas, es decir 1962 no es lo mismo que 2002 ó 2012. Yo también me quedo con mis recuerdos y el romanticismo de la niñez, las revistas Estadio, Gol y Gol y Ercilla, el noticiero Emelec, la transmisión radial de Darío Verdugo y Sergio Silva (este último papá de la actriz Esperanza Silva). Pero, críticas aparte, lo bueno del libro de Daniel es la multiciplicidad de datos que contiene, lo cual yo entrelazo con mis recuerdos de toda la vida. Y aquí quiero rescatar a aquellos futbolistas que fueron quedando en el camino de la Selección porque o no alcanzaron a entrar a la cancha o en definitiva no quedaron en la pléyade de los 22 elegidos del Tata Riera. Y nombro a los más rimbombantes, a aquellos cuyos nombres escuché cuando niño o joven, o cuyas fotografías aprecié después en las portadas de revistas Estadio antiguas; dejando afuera, claro, a quienes ya mencioné en el artículo propiamente tal, por haber sido titulares o reservas que sí alcanzaron a jugar el 62, o en las selecciones de 1957 y 1958.
Empiezo con Manuel Astorga, de la U, papá del otro Manuel Astorga, en una época preparador físico del Chino Ríos, (Astorga viejo era el segundo arquero, pero estaba medio lesionado de una mano y entró Adán Godoy por él cuando Escuti cayó en desgracia). Sigo con Aldo Valentini, del Wanderers, porque jugó un partido en nuestra recordada cancha del 1, en Mejillones, por allá por el 66, en donde venían también Vicente Cantatore y Elías Figueroa, entre otros astros. Después, Bernardo Bello, puntero izquierdo de Colo Colo, el último eliminado de la lista. Digno de mencionar es el caso trágico de Alfonso "Chepo" Sepúlveda, lesionado gravemente en la gira previa a Europa por lo cual se perdió el Mundial (con él en la cancha no habrían jugado o Eladio Rojas o Carlos Contreras). Hugo Lepe, central del Chago Morning y después del Colo; por este último equipo lo vi jugar en el estadio Playa Blanca, en Antofa, por allá por el 63. Mario Ortiz, el "6" del Colo; no jugó porque estaba el everteniano Eladio Rojas a quien Riera, con mucho acierto, transformó de delantero en mediocampista retrasado, con quite y llegada y fuerte disparo al arco. Constantino Zazzali, cuarto arquero ¡an t o  fa gas ti no!, diría Julio Martínez; Sergio Valdés, de la Católica (estuvo en la lista de los 22), Humberto Donoso, de la U (en la gira a México una linda charrita quería casarse con él y ofreció plata para que un club mexicano lo contratara, pero Riera -como Bielsa- era muy serio y no gustaba de esas cosas extrafutbolísticas -farándula, diríamos ahora-). Rómulo Betta, de Everton, lo vi jugar en el Regional de Antofagasta por allá por el 67, en un cuadrangular de exhibición que incluía a la selección de Checoslovaquia; alto y rubio, era puntero derecho: le dio un baile a su marcador antofagastino, sobre la línea que da a la tribuna Pacífico. Carlos Verdejo, no estuvo en la lista de los 22, lo nombro por ser representante de La Serena. Otros: Ramiro Cortés, astro de los 50; Carlos Hoffmann, wanderino, hermano de Reinaldo (éste vino a Mejillones), Aldo Droguett, de O'Higgins de Rancagua (hay muchos Droguett por toda esa zona), recuerdo su nombre en las transmisiones radiales. Luis Hernán Álvarez, de Curicó pero delantero centro del Colo, el mayor goleador de los campeonatos chilenos; nunca fue del gusto de Riera, al igual que Juan Soto, goleador oportunista y lauchero (al estilo del mexicano Rubén Sánchez, del  Real Madrid de los 90). ëste último estuvo en la lista pero no jugó. Riera se ilusionó con el Nino Landa, de Unión, que, al ser suspendido por un partido, fue reemplazado por el "tanque" Carlos Campos, de la U (después Riera confesaría que en ese partido debió haber puesto al colocolino Mario Moreno, el "Superclase"). Constantino Mohor, huaso de Rangers de Talca. Y dejo para el último a Robert Coll, palestinista, argentino nacionalizado chileno, de cierta edad pero un virtuoso con el balón, mediocampista de enlace. La hinchada pensaba que él o Cua Cua Hormazábal debían ser los conductores del equipo. Pero Riera no los infló, al igual que a los astros Robledo, Meléndez y Paco Molina, porque ya frisaban la treintena (el promedio de edad del equipo de Riera fue de 23 años). En realidad Cua Cua fue dejado afuera por indisciplinado, cosa que Matamala critica dado que considera a Hormazábal el mejor futbolista de la historia de Chile (tío de Chamaco Valdés). Aunque también reconoce que a la postre no hizo mucha falta porque Jorge Toro, su reemplazante, fue el mejor chileno del Mundial y uno de los pocos que llegaron a jugar en Europa.
Entre los periodistas, además de Julio Martínez, se recuerda a Pancho Alsina, Raúl Hernan Leppé, Antonino Vera y Renato González "Mr. Huifa".
Entre los dirigentes, además de Carlos Dittborn, Juan Pinto Durán, Juan Goñi,  Ernesto Alvear y Pedro Fornazzari, se hace mención especial de Manuel Bianchi, el tercer mosquetero de la hazaña de consecución del Mundial, que estuvo en las grandes esferas de la Fifa e incluso llegó a ser candidato a presidente de la entidad. 
Entre los políticos, al entonces senador Eduardo Frei Montalva, quien ayudó tremendamente a Dittborn en la tramitación de la ley de financiamiento del Mundial; a Sotero del Río, ministro del Interior, que abría las puertas de llegada al frío y hosco presidente Alessandri; y al diputado Julio von Müllenbrock, osornino, autor del proyecto de ley mencionado.
Entre los comerciantes, a Salomón Melnick, fabricante de los Caramelos Campeonato e iniciador de los album "Salo".
Y así, tantos datos más.
Oh, los 60.
Termino citando los versos de esa linda canción de Larry Wilson (parece que letra de Jorge Pedreros) que dice: "Con el tiempo comprendo lo hermoso que fue vivir aquellos años de los quince a los veinte..."
Aunque en mi caso debo decir "de los doce a los veinte".
Hasta la próxima, espero no haberlos lateado.  Nos vemos, amigos. Saludos, Perucho...
"...los quince años no volverán..."    

I have a dream

Enviado por  el 16/04/2011 a las 10:05 PM
Mario Pérez Salinas
Está ya definido, el Mundial de Fútbol de 2014 se realizará en Brasil y el de 2018 en Qatar. Pero yo quiero terminar esta serie de artículos y comentarios acerca del libro "1962", para ya pasar definitivamente a otro tema, invitándolos a imaginar que Chile pueda volver a ser sede de la mayor justa deportiva de la modernidad, como lo es el mundial de fútbol (solo comparable con las Olimpiadas), ahora que hay más recursos y medios en general, mayor tecnología y conectividad, mejores campos deportivos, carreteras y disposición hotelera de lujo a lo largo de todo el territorio nacional. Y, claro, mientras más allá en el tiempo sea el evento, más desarrollado será el país, por lo tanto mayor abanico de posibilidades.
¿Cuál sería, entonces, la red de ciudades subsedes? Teoricemos un poco.
Primero, Santiago. Obvio. Pero con un Estadio Nacional para no menos de 80.000 personas. Porque resulta increíble que mientras más crece la ciudad capital (ya va en 6 millones de habitantes), más se achica su estadio ¡el principal de Chile! Si hasta el Monumental, de Colo Colo, tiene mayor aforo. Y si lo siguen achicando el mismísimo y noble Santa Laura se lo ganará en capacidad. No, para el megaevento, Santiago necesitaría un estadio para 100.000 almas. Y si no se puede con el Nacional, pues se construye uno nuevo, así de simple. ¡Ah!, y cuidadito con facilitarlo para eventos musicales internacionales, por mucho que me guste Paul Mac Cartney. Debería haber otro tipo de recintos para ese tipo de espectáculos masivos. Los estadios deben reservarse al fin para el cual fueron construidos, el fútbol y el deporte en general. 
Luego estarían Valparaíso o Viña, una de las dos, pero con estadio para 60 mil espectadores.
También Concepción, cuyo estadio está en planes de mejoramiento. Lamentablemente, la época en que se juega el torneo, junio, pleno invierno, no la favorece, por el peligro de lluvias. Si a esa fecha no se consigue que los mundiales se corran para septiembre-octubre del año correspondiente (sueño eterno de Sudamérica, a lo cual los europeos constantemente se han negado, por coincidir junio con el término de sus torneos nacionales), este estadio de Concepción tendría que tener techo retráctil.
Lo mismo que el de Temuco, lindo estadio reinaugurado en el Gobierno anterior. Pero, de jugarse en pleno invierno, siendo Temuco una muy buena zona, tendría que necesariamente instalársele a ese complejo deportivo un sistema de protección contra  la lluvia. Porque aquí sí que no bastaría con rezarle a San Isidro.
En seguida ¡cómo no! estaría Antofagasta, cuyo Estadio Regional también está en vías de remodelación. Lo bueno sería que la galería Andes fuera igualada en altura a la galería Pacífico. Seguramente aumentaría de 20.000 a 40.000 espectadores su capacidad total.
Luego viene La Serena cuyo estadio, he escuchado, también se va a remodelar. Pero si no, ahí está el "Sánchez Rumoroso", de Coquimbo.
Por último están Arica, siempre Arica (con remodelación de su estadio en ciernes) y Talca (París y Londres).
Ahí no más tenemos 8 estadios para  11 ciudades distintas.
Y podríamos continuar: Chillán, con la misma problemática de Conce. Y, -oh, qué lindo sería- Puerto Montt (también he leído que su estadio, el Chinquihue, se va a modernizar). Pero aquí la techumbre retráctil tendría que ser obligatoria; eso permitiría que su cancha vuelva al pasto natural (hoy es de pasto síntético, única forma de jugar todo el año en esa ciudad tan lluviosa, además tiene galería por un sólo lado).
Lindo sería, aunque difícil por la ultramillonaria inversión que es necesario realizar. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que estaríamos en infinito mejor pie que en 1962.
Y Daniel Matamala -si es que estamos vivos para entonces- tendría que escribir la segunda parte de su libro, que debería llevar por título: "El Mundial de Chile, el Mejor de Todos".
Y ahora sí, me dejo ya de fúbol. Y, como alguien dijo por ahí, a otra cosa, mariposa.

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